Sin explicación
sucedió en tiempos antiguos
un
evento que pudiera decirse extraordinario.
De
naturaleza misteriosa el ladrón fue creado.
Héroe
de gran envergadura para hacerle frente no existía.
Vacilantes
los girasoles despertaron aquella mañana,
algo…
algo andaba mal.
Había
claridad, pero gélida.
El
latir del Universo no era el mismo de siempre.
Él
estaba allí pero no brillaba sólo era algo más.
Las
bestias, creaturas y criaturas poco a poco fueron despertando a esa horripilantes
que les ocasionaba el nuevo latir. Asqueados por la repugnancia que les causaba
no tuvieron mejor idea que levantar el dedo acusador causando divisiones,
infiltraciones y torpezas. Nadie veía claro.
Fingida
armonía creyeron crear. Forzosa convivencia empezaron a implementar.
Aquél ladrón
seguía suelto sin que nadie lo pudiera atrapar, paseaba su silueta por acá y
por allá. Sólo él sabía cuando iba a ser el tiempo oportuno de devolver lo que había
robado.
Estáticos
sin palabras que decir aquellos mostraban su cara más infernal.
Los
girasoles inmovilizados pasaban los días.
A poco
de aquél lugar una hoja danzaba con la brisa que se levantaba en ese entonces,
ambas parecían inmunes a todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor; la hoja
remolineaba sobre si misma, algunas veces parecía que se acurrucaba dejando que
la brisa la proteja… la brisa cual caricia de madre rodeaba a la hoja y la mecía
para todos lados.
Este espectáculo
causo conmoción y desconcierto en los otros, proveyendo a sus miradas un halito
imposible de robar, mostrando un brillo en ellos sin igual.
Singular
acontecimiento sucedió al ver a Aquél recuperar como por arte de magia aquello
que le había sido robado por ese ladrón que habita en el corazón.
Damggab
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